-Estoy inerte ahora. Siento mis brazos colgando a cada lado de mi cuerpo. Éste es mi punto máximo de debilidad y vulnerabilidad. Soy pura y meramente YO.
¡Qué bien se siente no estar consciente!
En el profundo silencio reconozco una voz...sólo una. Hay música de fondo: dos pulmones y un corazón agitado. Cuánta tranquilidad. No quiero volver. Me siento segura.
Me duele respirar pero no tengo miedo de lo que pueda pasar. Mientras escuche sólo la voz, todo estará en paz.
¿Qué pasa? ¿Pueden dejarme estar inconsciente? No quiero volver al lugar dónde las cosas no son como las sueño. No puedo explicarles lo bien que se siente esto, de verdad. No me estoy haciendo mal.
Y vos...no te asustes. Entendé que me quiero quedar un rato más junto a lo ingenuo, simple e inmaculado de mi ser.
Podría volver a dónde estás si alguien me prometiera que regreso mañana a la inconsciencia, pero no tengo esa certeza.
¿No ves que una sonrisa se posó en mi boca? Deberías confiar más en mi o venir conmigo.
¿Por qué las personas se empeñan en hacer volver a los que nos fuimos? No los entiendo. Se vive bien mentalmente.
¡No! Estoy dándome cuenta de que mis ojos se abren. Otra vez debo ser persona, dejar mi alma envuelta por el cuerpo que hasta ahora parecía flotar en el aire.
Flor, bienvenida nuevamente al mundo. Tu centro debe ser protegido ahora por tus superficiales y estéticos pétalos. Lo virtuoso de tu ser, lo más natural de tus instintos, lo verdadero de tus sentimientos, las palabras impulsivas deben volver a encerrarse en tu consciencia.
Debería repetirse más seguido este viaje al fondo de mi. Verme tal cual soy. Reconocerme débil. Que me vean débil.
Tal vez la muerte no sea tan mala si experimentáramos el pasar algún tiempo lejos de la realidad.
El mundo propio, el que nosotros inventamos, el que llevamos dentro, es el mundo perfecto.
Sólo nos falta ir a su encuentro.
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