jueves, 5 de mayo de 2011

Volvió.

Hacía mucho tiempo que no escuchaba resonar sus pasos en el viejo piso de madera de mi habitación.
Me había olvidado de él y cuando volvió me sentí muy mal.
Benito estuvo ahí tantas noches, acompañandome en infinidad de situaciones. Me escuchó llorar amargas madrugadas por aquel que se habia ido, me miró dormir con una sonrisa en los labios cuando las cosas marchaban bien. Me vió amar hasta incendiar mi piel a quien supo ser un gran hombre, hasta que terminó con mi cordura.
Era como mi ángel de la guarda, aunque es sabido que no soy de los que creen en Dios y sus derivados.
Pero un día se fue y no lo noté.
Me acosté varias noches y no lo escuché pasar por al lado de mi cama. Y pasaron las semanas, los meses. Me acostumbré al silencio y lo olvidé.
Pero entonces, cuando ya su nombre parecía haberse borrado de mi cabeza, apareció.
Como aparecen aquellos juguetes de la infancia cuando hacemos orden en la casa, o como cartas de amantes que ni recordamos haber tenido.
Mi amigo Benito, el fantasma que habita mi dormitorio y atemorizó a varias de mis amigas, ha vuelto.
Me asusté al principio al escuchar las tablas de madera. Me habia desacostumbrado a sentirlo tan cerca de mí. Pero cuando mi corazón normalizó su ritmo, cerré los ojos y me dormí.
Mis sueños están resguardados y, de a poco, todo vuelve a ser como fue.

No hay comentarios: